miércoles, 23 de enero de 2008

Deepak Chopra: de médico a gurú



Entrevista Deepak Chopra: de médico a gurú
Impulsor de la medicina india en Occidente, es consejero de grandes celebridades y vende millones de libros. En esta charla con la Revista, acerca sus ideas sobre la medicina y la justicia social (su nueva preocupación), y afirma que el mayor cambio en su vida fue aprender a no enojarse
Uno de los cien hombres más influyentes de la humanidad entra en la habitación del hotel Emperador. Guarda silencio y economiza gestos mientras se acomoda en el sillón. Luce como un niño que se sabe mirado mientras juguetea con un par de anteojos. Contrastan con la seriedad de su indumentaria. Jeans, chaqueta negra india con cuello mao y zapatos acordonados; el atuendo de un hombre de Occidente con un pie en Oriente. ¿O era al revés?
Deepak Chopra nació hace 58 años en Nueva Delhi, pero lleva casi tres décadas en los Estados Unidos, desde donde se dedicó a divulgar la medicina milenaria de la India, cuyos preceptos se basan en un sistema que divide a los seres humanos en tres tipologías llamadas doshas (vatta, pitta y kapha), que combina las características de mente, cuerpo y espíritu para buscar la cura por medio de la recuperación del equilibrio y así impedir la enfermedad. Hoy en día muchos médicos y psicólogos de Occidente la utilizan para complementar y ampliar las posibilidades de tratamiento.
Chopra está rodeado por mujeres: asistentes, jefas de prensa, traductoras. Le ofrecen algo de beber. Pide un café. "Me dijeron que le gusta con crema" –le dice una–. "Como venga, no problem", dice él, cortés, sin sonreír. Alguien hace las presentaciones de rigor y él se quita los lentes. ¿Cómo iniciar la conversación con un hombre al que algunos acusan de charlatán y al que 4000 argentinos pagaron por escuchar, que luce agotado y no puede disimular la cara de cordero degollado del que debe someterse a las reglas del juego de la entrevista? ¿Será cuestión, como afirman sus libros, de dejarse llevar?
Le pregunto qué justifica un viaje tan largo para venir a un sitio remoto como la Argentina, que por su economía no representa una plaza muy rentable. "Las primaveras son para ir a París y para venir a Buenos Aires", se ríe, y es la primera vez que mira a los ojos.
–En sus visitas al país le ha tocado escuchar cómo la gente se queja de la clase política que tenemos. ¿Qué les responde?
–Estoy convencido de que lo que está ahí afuera es una proyección de lo que está acá adentro, incluso los líderes que tenemos.
–¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir en la Argentina?
–El mismo que en Calcuta, Londres o Moscú: la inmensidad del campo de las posibilidades humanas y de la creatividad humana.
–¿Está al tanto de que en nuestro país cada vez más médicos y pacientes se inclinan por los preceptos del ayurveda, y existen cursos homologados por las universidades, incluso un posgrado?
–Lo sabía por algunas personas que se han acercado a charlar. El ayurveda despierta cada vez más interés al entender el cuerpo desde aspectos que no contempla la medicina occidental, que se enfoca sólo en sus reacciones. La línea ayurvédica analiza emociones, sentimientos, conducta, biología, relaciones, medio ambiente y contexto como componentes de la salud.
–¿Por qué una medicina basada en tradiciones milenarias de la India atrae a tantos occidentales en el siglo XXI?
–Porque toma en cuenta los factores que hacen a la calidad de vida. Para el ayurveda, la salud es más que la ausencia de enfermedad. Uno de los principios guías es que la mente y el cuerpo están conectados y aquélla tiene una profunda influencia sobre la salud y el bienestar. Atrae porque la gente siente que puede participar en su curación.
–¿Hacia dónde va la medicina?
–Las nuevas tecnologías y las drogas inteligentes llegaron para quedarse, y son muy útiles. Si uno tiene neumonía, necesita píldoras. Si se quiebra una pierna, necesita cirugía, no medicina ayurvédica. Creo que vamos hacia una combinación entre tecnologías y drogas inteligentes con diagnósticos integradores, que tengan en cuenta a todo el ser humano.
–¿Cuando fue la última vez que se enfermó?
–No estuve nunca enfermo.
–Nadie le cree eso...
–No me creas... no tienes por qué creer cada cosa que digo.
Se ríe a carcajadas. A medida que la charla avanza, Chopra resulta un tipo raro. Detrás de la piel aceitunada, está hecho de miles de colores. Por su frente se deslizan unas diminutas gotitas de transpiración. Su hablar es pausado, grave, didáctico.
–¿Cuál fue el cambio más radical de su vida?
–Todos los días estamos cambiando. Podría ser cuando dejé de fumar. Ah, no, fue aprender a no enojarme.
–¿Es difícil hacerlo enojar?
–Imposible.
–¿Su mujer también piensa eso?
(Está casado desde hace 35 años con Rita Chopra. Tiene una hija de 34 años y un hijo de 30).
–Mi mujer y mis hijos lo saben perfectamente.
–¿Cómo se hace?
–Cada tanto experimento "descontento divino". Cuando aparece, es señal de que algunas cosas tienen que cambiar.
–¿Y qué hace cuando lo siente?
–Trato de cambiar. Cambio.
–No es tan fácil.
–Yo por lo menos elijo esa opción.
–¿Cómo aprendió a hacerlo?
–Llevó un tiempo largo. Pero he desarrollado la habilidad de no nadar contra la corriente, de dejarme fluir sin fanatizarme con la idea de lo que deberían ser las cosas. Si pierdo un avión, lo pierdo. No se puede hacer nada.
–¿Qué lección debe aprender Occidente de Oriente?
–Que la percepción crea tu realidad y que tú creas tu percepción. Todo es una interpretación.
–¿Y qué lección Oriente debería aprender?
–A ser más activos y más prácticos.
–Muchos occidentales encuentran atractivo su discurso, especialmente cuando valoriza creencias y prácticas de la sociedad oriental. ¿Qué piensan de usted en la India?
–¡Que me parezco un montón a ellos!
–¿Cuáles son las grandes preguntas en los diferentes rincones del mundo?
–Todos buscan lo mismo. Se preguntan sobre el significado de la muerte y el sentido de la vida.
–Y usted, ¿qué responde?
–Tengo respuestas, pero eso no significa que sean las correctas.
–¿Por qué la gente se siente tan atraída por sus palabras?
–¡Por mi acento! Quizá porque combino la ciencia con la metafísica.
–¿Dónde aprendió eso?
–No sé.
–¿Se siente especial?
–Todos somos especiales.
–¿Se siente más especial que otros?
–¡No!
–¿Alguna vez sintió que tenía una misión?
–¡Jamás! No creo en los que la tienen. Me dan pánico.
–¿Y por qué todo esto de viajar por el mundo todo el tiempo, dar charlas, escribir libros con mensaje, dar entrevistas?
–Por que me gusta conocer gente, estar acá conversando. ¿Por qué alguien canta en la ducha? ¿Por qué alguien hace surf? Porque le divierte. Lo mío es lo mismo. Es lo que vale la pena hacer en ese momento.
Líder social
–Hace tiempo viene haciendo declaraciones contundentes en contra de los Estados Unidos.
–Esa es la percepción... Y es correcta.
–¿Pensó en mudarse?
–Me estoy mudando de California a Nueva York, que no está en los Estados Unidos.
–Su trabajo está cada vez más concentrado en la Alianza para la Nueva Humanidad (ver recuadro). ¿Por qué se le dio por dedicarse a la justicia social?
–¡Porque ya era hora! Tengo el 90 por ciento de mi energía en este proyecto. Será porque estoy en el otoño de mi vida. O porque la muerte está cada vez más cerca.
–Ya que menciona la muerte, se lo criticó por decir que la meditación podía detener el envejecimiento.
–La meditación puede influirlo, pero no frenarlo. Las únicas que no envejecen son las momias.
–Usted predica un cambio de conciencia que se gestaría a nivel mundial. Es cierto que existe un grupo de personas cada vez más interesado en la meditación o la conexión cuerpo-mente-espíritu, pero también que la violencia gana terreno.
–Si meditara la misma cantidad de gente que fuma cigarrillos o toma gaseosas, se produciría un gran cambio. Hay que aprender a hablar de la paz utilizando los mismos recursos con que se vende lo demás. La paz necesita de una masa crítica de gente. Por ahora no es suficiente.
–¿Le interesa participar en política?
–No (enfático). Es una pérdida de tiempo. El cambio real nunca vino de los políticos. La política tiene que ver con poder, burocracia, control, manipulación, corrupción. La transformación partió siempre del interior de las personas.
–¿Usted practica los consejos que da?
–No.
–¡¿Es un mentiroso?!
–(Se ríe) Es un buen ejemplo de lo que llamaríamos una paradoja. Cuando digo que soy un mentiroso, entonces, si estoy mintiendo, estoy diciendo la verdad. Y si digo la verdad, estoy mintiendo.
–Es un simple juego de palabras.
–Esa es la naturaleza de la realidad; no hay nada más allá de eso. Todo el tiempo nos movemos entre opuestos. La clave es ir por donde fluye la cosa, y hacer lo que a uno le hace sentir bien.
–¿En los momentos difíciles también toma en serio eso?
–Esa es la manera en que yo pienso, la única que conozco.
–¿Qué le interesa transmitir a sus hijos?
–Los chicos siguen el ejemplo. Con ellos no hay palabras ni la lectura. No hay nada que decirles. Tengo además dos nietas, de 4 y 1 año, y son ellas las que me enseñan a mí.
–¿Qué le enseñan?
–A no perder la capacidad de maravillarme.
–¿Qué lo inspira?
–La gente. Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa.
–¿Algún mantra personal?
–El que más uso es Take it easy (tómalo con calma).
–¿Cómo hace para manejar el asedio y la atracción que genera su discurso?
–No me lo tomo en serio.
–¿Estuvo a punto de creérsela?
–Sí, hace diez o quince años. Pero como mis hijos y mi mujer nunca me tomaron en serio, es imposible que yo lo haga.

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