viernes, 25 de enero de 2008

La paz bajo el nuevo paradigma



Por Jorge Lomar [PUBLICADO EN LA REVISTA ATHANOR]


La visión del nuevo paradigma conecta con algo muy profundo de nuestra esencia y de nuestra sabiduría perenne, tomando como punto de partida las hipótesis de la física cuántica. En el lenguaje de este nuevo modo de pensar, la realidad en si misma no es tal como la vemos. La materia no existe como algo distinto del vacío, sino como un estado alterado de la misma energía, rendido al efecto del observador. La física cuántica, y el nuevo paradigma que conlleva su comprensión, nos llevan a la verdad última: nada está separado de nada, todo es una unidad. Desde esta consciencia, sanar al mundo solo es posible sanándote a ti mismo.
Cuando no miramos, hay ondas que permiten infinitas posibilidades. Cuando miramos, las ondas se han convertido en partículas. Cuando hay partículas, el observador experimenta. Sin observador no hay realidad. Este nuevo modo de comprender el mundo que cada vez obtiene corroboración en más ámbitos y que está, literalmente, modelando un sistema de pensamiento entre científicos, filósofos y teólogos, encaja directa y elegantemente con la sabiduría milenaria. Este modo de concebir la realidad lo podemos encontrar tanto en la física cuántica como en la psicología transpersonal, tanto en Un Curso de Milagros, como en la filosofía Ho’oponopono de las antiguas tribus de Hawaii. Tanto en los modernos tratados espirituales como en las primigenias escrituras orientales.
Somos creadores. Ahora comenzamos a vislumbrar la “imagen y semejanza”. Todo comienza con el pensamiento. El pensamiento nos hace percibir la realidad de un modo, y esa es la realidad que tenemos. Se trata de un ciclo constante de pensamiento y experiencia. Así como pensamos, percibimos la realidad. Tal como percibimos, creamos esquemas de pensamiento. Y vuelta a comenzar.
Desde que somos conscientes de ser creadores, surge la más profunda y abismal responsabilidad del ser humano. Ya no es tu responsabilidad individual, es decir, no hablamos de ser responsable de tus cosas, si no de ser responsable de todo lo que percibes. De aquello a lo que llamas cada día "realidad". Entramos en el concepto de responsabilidad total.
¿Responsabilidad total?
Según el nuevo paradigma, cuando trabajamos en nosotros mismos estamos afectando al campo. El campo unificado es una red energética invisible que conecta el vacío y la materia. Relaciona todo lo que existe entre si y va más allá; pone en relación aquello que no existe con lo que existe. Con cada pensamiento, palabra o acción, estamos alterando la energía que entreteje el vacío y la materia. Estamos produciendo variaciones en las ondas de infinitas posibilidades, encaminando la probabilidad conscientemente, induciendo una creación. Una creación compartida entre unidades de consciencia que reflejan y proyectan energía.
Los antiguos sacerdotes hawaianos tenían una misión relevante como sanadores psicoterapeutas y mediadores de la tribu. Cuando había conflictos y problemas entre compañeros, escuchaban individualmente cada relato. Su objetivo en la mediación de conflictos consiste, al igual que en algunas propuestas de la psicología moderna, en “cortar” los lazos energéticos que habían “enredado” a un ser con otro, de un modo tal que se había distorsionado la percepción equilibrada de unión. Al polarizarse el pensamiento, la mente proyecta miedo y separación [la esencia del conflicto].
La metodología es lo especial, en relación con el nuevo paradigma. El Ho’oponopono proclama una sencilla consigna: la sanación solo es posible sobre nosotros mismos. Centrarnos en nosotros mismos es lo más eficiente y rápido que podemos hacer, por una razón: no hay otra cosa que yo mismo. Mi mente crea mi experiencia. No hay separación entre interior o exterior. En realidad, es como ver la misma película que se rueda dentro, proyectada en el exterior. En efecto, el universo es mental.
La sanación se realiza siempre sobre nosotros mismos porque no existe otra opción en el sistema de pensamiento de los kahunas, guardianes del conocimiento hawaiano. El proceso que supone esta terapia iguala la posición del terapeuta y el paciente, del sanador y el enfermo, en perfecta conexión con las enseñanzas de Un Curso de Milagros, según las cuales, “la curación es el reconocimiento de la igualdad”. Si está en tu percepción, está en ti. Ambos, sanador y paciente, tienen que hacer un trabajo interior, ya que la responsabilidad de cada uno es total. El terapeuta es responsable de lo que percibe porque sabe que lo ha creado él. Por tanto, debe buscar en lo profundo de si mismo para llegar a sentir la simiente de lo que ha proyectado fuera, en el paciente que tiene frente a sí. En su proceso de meditación descubre en algún grado o en algún momento, el sentimiento o la creencia que ha creado la enfermedad en su semejante, es decir, en su propia percepción. Las fallas o faltas que ha percibido fuera, y sobre todo, el simbolismo que esconde su toma de conciencia, le permite mirarse dentro con mayor agudeza y profundidad, y descubrir una falta de amor por si mismo de un tipo muy determinado. En realidad, todo estuvo allí para este fin. Cuando llega a sentirlo, genera compasión, aceptación y amor, y se dice a si mismo “lo siento y te amo”.
El paciente realiza el mismo proceso con respecto a su percepción. Se lanza a la misma búsqueda interior, pero con su particular viaje simbólico, con su código experiencial personal. Finalmente se restaura el equilibrio, el Aloha –cuyo significado es respeto-, sanándose la herida, ya sea física, mental, emocional o social. El proceso es válido en toda circunstancia, funciona holísticamente ya que trabaja directamente sobre el campo unificado. No hay límite para el tiempo que puede durar, ya que tan solo depende del observador implicado y su entrega al proceso.
En palabras de la moderna física cuántica, cada uno de los enfermos que trata un terapeuta es una experiencia perceptual del observador, y está ahí delante para indicarle qué parte de si mismo debe sanar. La realidad que percibe el observador es una puerta a su inconsciente personal y colectivo, proyectado en su experiencia vital. Solo falta la voluntad y el trabajo de buscar la verdad, y después desprender luz y amor. Cada profunda comprensión, cada impulso de amor en favor de la aceptación plena de si mismo, cada integración de una parte desdeñada de nosotros, cada acto de perdón, es un quantum: un paso cuantitativo hacia la sanación total del mundo, que en definitiva es mi mente, soy yo mismo.
El modo de comenzar es observar nuestro interior en relación a nuestros semejantes, asumiendo la responsabilidad de cada sentimiento y sabiendo que el exterior, el mundo, está de nuestra parte, está ahí para hacernos sanar del cáncer de la separación. El modo de sanar lo hemos llamado comprensión y perdón. El trabajo final es sanarnos para sanar el mundo, y la sanación total es la integración con la unidad.

1 comentario:

darYrecibir dijo...

Amo las referencias a Un Curso de Milagros.
Este blog es altamente recomendable.